Hay cosas por las aceras de lo más variopinto. Uno se puede
topar con una botella medio llena-medio vacía (según del humor que esté), pisar una caca de perro o, lo
que es más peligroso, tropezar con algo como ésto: un “pincho” que algún día
pinchó algo, pero que apenas es perceptible. Si no lo ves, te pinchas,
relinchas o te matas; es un decir, por supuesto, pero vivimos ajenos al peligro
que existe en caminar tranquilamente por las calles.
Era un contenedor de ropa. Uno pirata. Quien sea (¿policía municipal?
¿pirata responsable?) lo ha quitado, pero ha dejado este redondo. Para que un
día vayas tú y no lo veas. Para que te mates.
Las fotos son mías, con mi móvil, el que llevo siempre encima
porque ir cargada con el pedazo de Nikon, como que no. Algún día la cogeré e
iré captando imágenes de la ciudad, pero con este calor no.
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