Camino desde Teruel a Albarracín, me encontré con un hermoso río truchero a un lado, el Guadalaviar, y al otro, montes que me recordaban mucho a mis tiempos de adolescente con mi familia en Tragacete (Cuenca). Resulta que es "el otro lado" de la sierra (mi falta de conocimiento en Geografía me avergüenza, aunque más bien es despiste).
Como con la ciudad de Teruel, me lo imaginaba de otro modo, ya no sé cómo; más montañoso, sinuoso y... ¡distinto!
El pueblecito de Albarracín se eleva sobre una cima hasta la antigua muralla, a la que no llegué. A través de calles muy inclinadas y muy hermosas, se va recorriendo el centro histórico, que lo tienen muy limpio y coqueto, con muchos bares y restaurantes (que no falte el bar nunca).
Arriba, foto tomada desde los soportales de la Plaza Mayor
Callejeando por Albarracín, en la foto de abajo
El Palacio episcopal, hoy sede de la Fundación de Santa María de Albarracín ocupa el punto más alto del centro. Esta Fundación ha hecho y sigue haciendo mucho por la revitalización de la sierra y del pueblo.
El centro centro, donde tiene su sede el Ayuntamiento, como todo pueblo que se precie, es la Plaza Mayor, pequeña, llena de turistas, con mucho ambiente ese día.
En el área más baja de cota, convertida en parque municipal, se puede descansar, relajarse junto al sonido del río, disfrutar de excelentes vistas, hacer fotos y hasta perderse... Pepo se despistó como los ancianitos seniles (lo que es, aunque no lo parezca) y anduvimos perdidos un angustioso cuarto de hora.
Hay otro barrio nuevo más lejano, al otro lado del río, donde han proliferado más hoteles, aparcamientos, campings... En esta zona no nos detuvimos.
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