Imaginaba Teruel… Cuando uno, por fin,
ve algo que ha imaginado durante mucho tiempo, acaba por
olvidar la imagen imaginada. (Mucha mag hay
aquí).
¿Existe, no existe?
De mudéjar tiene algunas torres que le dan la fama, la ciudad es pequeñísima,
provinciana (para lo bueno y lo malo). La cifra de treinta y cinco mil habitantes censados habla por sí misma. Una jornada es suficiente para verla o al menos, para recorrerla.
La leyenda de los amantes, que también contribuye a su fama,
está señalizada por doquier. Las tumbas se encuentran ahora en un mausoleo no
visitable por perros ni sin euros, por tanto nos tuvimos que conformar con la
estatua (fea para mi gusto) donde los turistas se fotografían.
Hay, sin embargo, varias agradables sorpresas por las que
(me) merece la pena la visita. Una de ellas, la bonita plaza donde está (casi)
todo: el Ayuntamiento, Correos, Hacienda…
Precioso artesonado de la Catedral que fotografié a hurtadillas en misa de once (para no pagar más euros). Otro motivo para ir: este artesonado.
De la Catedral son muy dignos su crucero y también, la placita trasera. En la foto se aprecia el mal estado de algunas edificaciones colindantes y, al fondo, el crucero mudéjar.
Y lo más sorprendente (para mí): su arquitectura modernista,
sin muchos ejemplos, pero muy hermosos. Todos en la Plaza del Torico y su entorno. La de la foto, una buena muestra.
Al otro lado del río, existe una colonia jardín de viviendas
unifamiliares a la manera del Viso madrileño, hoy convertidas casi todas, ¡NO
todas!, en residencias.
Que Teruel existe lo pude comprobar. Que ya lo he visto,
también.
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