viernes, 20 de septiembre de 2013

Palencia...

... también existe.


Calle Mayor donde fue rodada la película del mismo nombre
http://www.filmaffinity.com/es/filmimages.php?movie_id=751438

Pequeña ciudad de unos 80.00 habitantes, se recorre de punta a punta en una de media hora y da gusto pasearla por su centro porque su trazado medieval se llena de placitas e iglesias. Como esa blanca y austera de San Miguel, donde mi amiga Rosa se casó cuando aún existían los dinosaurios, aún no habíamos acabado la carrera, ¡qué prisa tenían algunas!
Se diría un pueblo grande en el que el domingo aún se escuchan campanas de alguna llamada a la santa misa, cada vez menos santa y menos misa, pero campanas al fin y al cabo -éstas sí, auténticas-.

Luce orgullosa alguna casa de antiguos nobles hoy ocupada por alguna institución, en el mejor de los casos, o abandonada, en el peor. Ésta, situada en su paseada Calla Mayor, con hermosos esmaltes y ventanas es una excepción, pues en ella vive algún particular.

Me gusta este homenaje a la castañera, ¡por qué razón han de ser siempre eruditas las personas a quienes se erige una escultura! Esther está detrás, de espaldas, porque no quiere salir en ninguna foto.
Y termino con este original aparcamiento para bicicletas por donde asoma mi Pepo, pensando con nostalgia qué sería de aquella mi colección de objetos urbanos fotografiados por todo el mundo.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Magdalena

Península hermosa de hermosas vistas, palacio de reyes antaño y hoy cuna de nobles menesteres tales como la Cultura. Ciencias y Letras se dan la mano en los meses estivales para dar y recibir, recibir y dar, al ritmo del suave clima cántabro, a quienes tenemos la suerte de ser acogidos.

 Desde mi ventana
Llegando a Palacio
Este curso 2013, fue Eduardo Mendoza quien nos recordó del papel sanador de la Literatura, sanadora para el alma, comparable al ejercicio físico para el cuerpo. Nos contó que el mayor cuento es la Biblia, que la ambigüedad es una virtud literaria que permite al lector ser intérprete. Nos despojó a lo literario de todo poder moralizante y nos recalcó el valor de saber idiomas, de leer en versión original. Nos habló de lo que nos hablan los libros: de esa enorme gama de personas y situaciones que nos enriquecen, de ese mundo polícromo por contraposición con el fútbol, donde sólo existe una visión monocroma de la realidad.
Nos vaticinó el fin de la novela. Proust y Joyce ya acabaron con ella. Lo que venga... nadie sabe.
Nos hizo, en fin, un recorrido histórico por las figuras más relevantes de la Literatura con sus comentarios siempre llenos de simpatía y ternura. Durante cinco días, sin parar, Eduardo no se ausentó ni una sola vez, cumplió su labor con tanta dignidad como sentido del humor.
Volveremos a la Magdalena.